Origen y contexto doctrinal de la seguridad eterna
El origen de la doctrina de la seguridad eterna, de la que procede la idea de una vez salvo, siempre salvo, se encuentra en la teología calvinista, particularmente en la sistematización del pensamiento de Juan Calvino, influyente teólogo de la Reforma protestante. Calvino desarrolló una teología centrada en la soberanía absoluta de Dios, que llevó al concepto de que la salvación es enteramente un don de la gracia divina. Enfatizó que, debido a su naturaleza pecaminosa, las personas son incapaces de ganar su salvación a través de sus propias obras.
En este contexto, se formuló la doctrina de la perseverancia de los santos, uno de los cinco puntos del calvinismo. Afirma que los predestinados por Dios para la salvación no pueden caer de la gracia. Los teólogos calvinistas desarrollaron este sistema, resumido por el acrónimo TULIP, con la perseverancia de los santos como culminación, afirmando que la gracia divina es tanto suficiente como irresistible.
Esta doctrina está estrechamente relacionada con el concepto de elección incondicional, que sostiene que Dios elige a un número limitado de personas para ser salvadas, sin tener en cuenta sus acciones futuras o la voluntad humana. Según el calvinismo, esta elección es un acto soberano de Dios, y los elegidos no pueden caer permanentemente de la gracia, siendo su salvación asegurada por el poder de la gracia divina.
Base Bíblica para la Seguridad Eterna
Los defensores de la doctrina de "una vez salvo, siempre salvo" citan numerosos pasajes bíblicos que enfatizan la seguridad de la salvación para aquellos que creen en Cristo. Para aquellos que se preguntan qué dice la Biblia acerca de una vez salvo siempre salvo, argumentan que una vez que Dios ha elegido ofrecer salvación eterna a alguien, esa persona no puede ser separada de la gracia de Dios, independientemente de las circunstancias.
Uno de los pasajes más citados en apoyo de esta doctrina es Juan 10:28-29: "Yo les doy vida eterna, y no perecerán jamás; nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre, que me las ha dado, es mayor que todos; nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre." Estos versículos se interpretan como una clara promesa de que aquellos que son salvados por Cristo están protegidos de cualquier fuerza que pueda separarlos de Dios. Los defensores de la doctrina de la perseverancia de los santos argumentan que este pasaje hace evidente que la seguridad del creyente no depende de su propia fuerza o perseverancia, sino de la protección de Dios, que no puede ser anulada ni socavada.
Otro texto clave en esta discusión es Romanos 8:38-39: "Porque estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo futuro, ni ningún poder, ni lo alto ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada podrá separarnos del amor de Diosque hay en Cristo Jesús, Señor nuestro." Estos versículos son vistos como una confirmación final de que nada puede romper la relación del creyente con Dios, una relación establecida a través de la fe en Cristo. La seguridad expresada en este texto se interpreta como absoluta: ninguna fuerza externa o interna puede destruir este vínculo.
Un versículo bíblico clave sobre ser salvo es Efesios 1:13-14, que añade otra capa de argumentación: "Y vosotros también fuisteis incluidos en Cristo cuando oísteis el mensaje de la verdad, el evangelio de vuestra salvación. Cuando creísteis, fuisteis marcados en Él con un sello, el Espíritu Santo prometido, que es un depósito que garantiza nuestra herencia hasta la redención de los que son posesión de Dios para alabanza de su gloria." Aquí, la idea de ser sellados con el Espíritu Santo se interpreta como una garantía divina de la salvación. El depósito o garantía de la herencia se refiere a la noción de que la salvación es una promesa cierta que no puede ser revocada. La fe en Cristo y el sellamiento con el Espíritu Santo son vistos como la última garantía de que el creyente está destinado a la vida eterna.
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Contraargumentos bíblicos a favor de "una vez salvo, siempre salvo"
En la Biblia "una vez salvo, siempre salvo" no se encuentra explícitamente en esta forma. Hay pasajes bíblicos que parecen sugerir que la salvación puede perderse si una persona se aleja de Dios o persiste en el pecado. Muchos teólogos arminianos y de otras tradiciones sostienen que los versículos sobre la seguridad de la salvación deben ser interpretados en el contexto de las advertencias que llaman a la perseverancia y a la obediencia continua.
Un texto desafiante para la doctrina de la seguridad eterna es Hebreos 6:4-6:
"Porque es imposible que los que una vez fueron iluminados, los que gustaron del don celestial, los que participaron de la Espíritu Santo, que han gustado la bondad de la palabra de Dios y los poderes de la era venidera, y que han caído, sean llevados de nuevo al arrepentimiento."
Este pasaje parece sugerir que aquellos que han experimentado la salvación todavía pueden caer de la gracia hasta tal punto que no pueden ser restaurados. Los críticos de la doctrina de la perseverancia de los santos ven este texto como evidencia de que la apostasía es posible y que la salvación no está garantizada para todos los que una vez creyeron.
Aunque la doctrina de "Una vez salvo, siempre salvo" trae una sensación de seguridad a muchos creyentes, también hay pasajes bíblicos que advierten contra una falsa sensación de seguridad. Un ejemplo de ello se encuentra en Mateo 7:21-23, donde Cristo hace una declaración contundente sobre aquellos que, aunque se consideran creyentes, no son reconocidos por Él en el juicio:
"No todo el que me dice: 'Señor, Señor', entrará en el reino de los cielos, sino sólo el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán aquel día: 'Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre y en tu nombre expulsamos demonios y en tu nombre hicimos muchos milagros? Entonces les diré claramente: 'Nunca os conocí. Alejaos de mí, malhechores. (Mateo 7:21-23).
Este pasaje advierte que no todos los que profesan verbalmente la fe en Cristo serán aceptados en el Reino de los Cielos. Aunque estos individuos realizaban milagros y profetizaban en Su nombre, no vivían de acuerdo con la voluntad de Dios. Destaca una advertencia contra el autoengaño y un sentido superficial de seguridad con respecto a la salvación.
Los que rechazan la doctrina de "Una vez salvado, siempre salvado" a menudo señalan este pasaje para argumentar que la salvación no es un evento de una sola vez que garantiza vida eterna, independientemente de cómo viva una persona después. Por el contrario, afirman que la salvación requiere una vida continua de obediencia y santidad. Así, algunos argumentan que la idea de"una vez salvado, siempre salvado" es falsa, dadas las claras advertencias de Cristo en contra de confiar únicamente en acciones externas o profesiones verbales de fe.
Gracia divina frente a libertad humana
El debate sobre la certeza de la salvación refleja una profunda tensión teológica entre dos conceptos esenciales: la gracia divina y la libertad humana. La cuestión central es: si la salvación es enteramente obra de Dios, ¿qué papel desempeña el ser humano en este proceso? Esta tensión queda bien ilustrada en el debate entre calvinismo y arminianismo, dos enfoques teológicos que ofrecen respuestas diferentes a esta cuestión. En el punto de vista calvinista, el énfasis se pone en la soberanía de Dios. El calvinismo sostiene que, debido al pecado original, la voluntad humana está profundamente corrompida y es incapaz de responder positivamente a la llamada de Dios. La salvación se considera, por tanto, obra exclusiva de Dios, que elige soberanamente quién se salvará. En este punto de vista, la perseverancia de los santos está garantizada por la gracia divina, y aquellos que han sido salvados no pueden caer permanentemente de la gracia porque Dios los sostiene en la fe.
Un aspecto importante de este debate es la pregunta, "¿Creen los bautistas que una vez salvados siempre salvan?" La respuesta depende de la tradición bautista en particular. Muchos bautistas del sur, influenciados por la teología calvinista, sostienen la creencia de que una vez que una persona es salva, no puede perder su salvación, lo que refleja la perseverancia de los santos. Por otro lado, los bautistas del libre albedrío se alinean con la teología arminiana, creyendo que la salvación puede perderse si uno se aparta de Dios, enfatizando así la responsabilidad humana en el mantenimiento de la salvación.
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La teología arminiana hace hincapié en la libertad y la responsabilidad humanas. Según el arminianismo, aunque la gracia de Dios es esencial para la salvación, los seres humanos tienen la libertad de cooperar con esta gracia o rechazarla. Los arminianos creen que la salvación es ofrecida a todos pero debe ser recibida a través de la fe, que más tarde puede ser abandonada. Así, la salvación no está definitivamente garantizada, sino que depende de la respuesta y la perseverancia del creyente.
Por tanto, la tensión entre la gracia divina y la voluntad humana plantea interrogantes sobre la relación entre Dios y la humanidad en el proceso de salvación. Mientras que el calvinismo enfatiza que la salvación es un don irrevocable de la gracia divina, el arminianismo considera la salvación como un proceso dinámico que requiere una respuesta activa y continua por parte del individuo.
La visión ortodoxa y católica de la salvación
Tanto la Iglesia Ortodoxa como la Iglesia Católica consideran la salvación como un proceso dinámico y permanente en el que el creyente coopera activamente con la gracia de Dios. A diferencia de la doctrina protestante de la seguridad eterna, que sostiene que una vez salvado, el creyente no puede perder la salvación, la Ortodoxia y el Catolicismo rechazan la idea de la seguridad absoluta de la salvación.
Para aquellos que se preguntan si la Iglesia del Nazareno cree en el "una vez salvado, siempre salvado", la respuesta es no. La Iglesia del Nazareno se alinea con la creencia de que la salvación no está garantizada indefinidamente y puede perderse si uno se aleja de Dios o descuida sus deberes espirituales. Al igual que la ortodoxia y el catolicismo, la Iglesia del Nazareno enfatiza la necesidad de una fe, arrepentimiento y obediencia continuos para mantener la salvación.
En la teología ortodoxa, la salvación se entiende como teosis, un acercamiento gradual a Dios, en el que el creyente se convierte en partícipe de la naturaleza divina. Este proceso es continuo e implica una lucha constante contra el pecado y la participación en la vida espiritual. El creyente no puede asumir que la salvación está garantizada; debe permanecer vigilante, arrepentirse regularmente de sus pecados y mantener una activa relación con Dios a través de la oración y sacramentos como Confesión y Comunión. En la Ortodoxia, se reconoce que una persona puede caer del estado de gracia por el pecado, y su retorno a este estado sólo es posible mediante el arrepentimiento sincero.
La Iglesia católica considera la salvación como un proceso continuo que puede perderse por pecados graves. Estos pecados, cometidos con pleno conocimiento y consentimiento, rompen la relación entre el hombre y Dios y requieren la confesión para restaurar la gracia. El catolicismo enseña que la salvación se alcanza mediante una combinación de fe y buenas obras, haciendo hincapié en que las obras que brotan de la fe son esenciales para mantener la salvación. La perseverancia en la vida de fe, junto con sacramentos como la Eucaristía y la Confesión, se consideran los medios por los que el creyente mantiene su conexión con la gracia de Dios.
Así, en las tres tradiciones ortodoxa, católica y nazarena la salvación no se ve como un acontecimiento singular, sino como un viaje continuo de santificación y transformación. Y denominaciones como los pentecostales, que no creen en la doctrina de "una vez salvado, siempre salvado", comparten el mismo punto de vista, subrayando que la salvación puede perderse si el creyente no permanece fiel a sus compromisos espirituales y lucha constantemente contra el pecado. Sin el arrepentimiento y la participación activa en la vida sacramental, el estado de gracia no está asegurado de forma permanente.
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Conclusiones
La doctrina de "una vez salvado, siempre salvado" sigue siendo uno de los temas teológicos más debatidos y controvertidos del cristianismo, central en la doctrina de la seguridad eterna. Mientras que sus defensores la ven como una expresión de la gracia soberana de Dios, los críticos destacan los riesgos de una falsa seguridad y enfatizan la importancia de la perseverancia y la obediencia continua. Versículos clave relacionados con este debate, como los de las escrituras sobre ser salvo y los versículos una vez salvo siempre salvo, son citados a menudo por ambos bandos para apoyar sus interpretaciones.
Denominaciones como los bautistas del libre albedrío, que rechazan la doctrina, se alinean con la creencia de que la salvación puede perderse, enfatizando el papel de la responsabilidad humana. Por otro lado, muchos bautistas, en particular los bautistas del sur, afirman firmemente la creencia de que una vez salvado, un creyente no puede perder su salvación. Este debate sigue siendo una importante línea divisoria en la teología, que influye en la forma en que los diferentes grupos entienden la salvación y la gracia.
Independientemente de la postura teológica, está claro que la salvación, en todas las tradiciones cristianas, se considera un don divino que debe vivirse y salvaguardarse a través de una relación profunda y continua con Dios. En última instancia, el debate en torno a la seguridad de la salvación nos invita a reflexionar sobre qué denominaciones creen que se puede perder la salvación y cómo interactúan la fe, las obras y la gracia en la vida de un cristiano.