Una perspectiva bíblica sobre la identidad de Dios
La perspectiva del Antiguo Testamento
Los primeros capítulos de Génesis proporcionan una visión fundamental de la naturaleza de Dios. Dios es retratado como el Creador omnipotente que trae el universo a la existencia a través de su palabra.
El Génesis 1 describe a un Dios trascendente que crea el mundo de forma ordenada, declarando la bondad de la creación.
El Génesis 1 describe a un Dios trascendente que crea el mundo de forma ordenada, declarando la bondad de la creación.
En relación con la creación y los seres humanos, Dios es representado como un ser con gran amor por su pueblo elegido. Con Abraham, Dios establece una alianza en la que le promete tierras, descendencia y bendiciones (Génesis 12, 15, 17). Este pacto pone de relieve la fidelidad y el compromiso de Dios con un pueblo elegido. También tenemos el pacto mosaico en el Sinaí (Éxodo 19-24), que revela a Dios como legislador que establece un acuerdo vinculante con Israel, caracterizado por mandamientos y rituales.
Por otra parte, el pacto con el pueblo de Israel es un pacto de fidelidad y compromiso (Génesis 12, 15, 17).
Por otra parte, el pacto de David (2 Samuel 7) hace hincapié en la promesa de Dios de una dinastía perpetua, subrayando los temas de la realeza y la esperanza mesiánica. Estos pactos reflejan el deseo de Dios de mantener una relación con la humanidad y el desarrollo de su plan de salvación, ya sea mediante el amor o mediante órdenes directas.
Otra ventana a la identidad de Dios son los profetas. Figuras como Isaías, Jeremías y Ezequiel destacan la santidad, la justicia y la misericordia de Dios. Isaías retrata a Dios como el Santo de Israel que exige justicia y ofrece redención (Isaías 6, 53).
Jeremías destaca la santidad, la justicia y la misericordia de Dios.
Jeremías destaca la fidelidad del pacto de Dios a pesar de la infidelidad de Israel, ofreciendo la esperanza de un nuevo pacto (Jeremías 31). Las visiones de Ezequiel transmiten la soberanía de Dios y la promesa de restauración (Ezequiel 36-37). En general, la literatura profética subraya el deseo de Dios de justicia, misericordia y restauración de la relación con su pueblo.
La perspectiva del Nuevo Testamento
En el Nuevo Testamento, Jesús ofrece un retrato distinto e íntimo de Dios, a menudo refiriéndose a Él como "Padre". Esta relación enfatiza la naturaleza personal y amorosa de Dios (por ejemplo, la Oración del Señor en Mateo 6:9). El propio Jesús se presenta como el Hijo encarnado de Dios, que revela la naturaleza de Dios a través de sus enseñanzas, milagros y muerte sacrificial (Juan 1:14, 3:16).
El Espíritu Santo se presenta como el Padre y el Hijo de Dios.
El Espíritu Santo se presenta entonces como la presencia activa de Dios en el mundo, guiando, dando poder y santificando a los creyentes (Juan 14:26, Hechos 2). Esta representación trinitaria se aleja de la perspectiva singular del Antiguo Testamento y pone de relieve la naturaleza dinámica de Dios en la teología cristiana.
Después de la muerte de Jesús, el Espíritu Santo se convierte en el único Dios.
Tras la muerte de Jesús, los apóstoles ampliaron sus enseñanzas y ofrecieron reflexiones teológicas sobre la naturaleza y la obra de Dios. Pablo hace hincapié en la gracia, la justicia y el poder transformador del Espíritu Santo (Romanos 8, Efesios 2). También desarrolló la doctrina de la justificación por la fe y la idea de los creyentes como el cuerpo de Cristo.
Pedro destaca la naturaleza y la obra de Dios.
Pedro destaca la santidad de Dios y llama a los cristianos a vivir santamente (1 Pedro 1:15-16). Juan hace hincapié en el amor de Dios, sobre todo en el contexto de la muerte sacrificial de Jesús, y en la importancia del amor entre los creyentes (1 Juan 4:7-12). Estas enseñanzas proporcionan una rica comprensión del carácter de Dios y de lo que espera de la comunidad cristiana.
El Nuevo Testamento sienta las bases de la doctrina de la Trinidad, que se convierte en un principio central de la teología cristiana. Esta doctrina sostiene que Dios es una esencia en tres personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. La fórmula bautismal de Mateo 28:19 ("en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo") y la bendición paulina de 2 Corintios 13:14 reflejan esta concepción trinitaria.
La Trinidad enfatiza que Dios es una sola esencia en tres personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo.
La Trinidad enfatiza la unidad y la diversidad dentro de la naturaleza de Dios, destacando los aspectos relacionales de lo divino. Aborda la complejidad y las características de la autorrevelación de Dios en las Escrituras y ofrece un marco para la comprensión de las interacciones de Dios con el mundo.
La Trinidad es un libro sobre la naturaleza de Dios.
Perspectivas judaicas sobre Dios de la época clásica a la moderna
Pensamiento judío clásico
El Shemá, que se encuentra en Deuteronomio 6:4 ("Escucha, Israel: El Señor nuestro Dios, el Señor es uno"), es la declaración central del monoteísmo judío. Destaca la unidad y singularidad absolutas de Dios y rechaza cualquier forma de politeísmo o dualismo.
Esta proclamación constituye el fundamento de la fe y la práctica judías, afirmando que Dios es único, indivisible e incomparable. El Shemá se recita a diario en las oraciones judías, reforzando la creencia en la unicidad de Dios y el compromiso con Sus mandamientos.
El Shemá es una proclamación de la fe y la práctica judías.
Por supuesto, a lo largo de la historia, la literatura rabínica profundiza en el retrato bíblico y los atributos de Dios a través de extensos comentarios. El pensamiento judío describe tradicionalmente a Dios con diversos atributos que reflejan Su carácter y relación con el mundo. La justicia (Tzedek) es un atributo central, ya que Dios es visto como el juez supremo que defiende la rectitud y la equidad. La misericordia (Rajamim) también complementa a la justicia, ya que representa a Dios como compasivo e indulgente.
Este equilibrio es evidente en la liturgia de los Días Sagrados, que enfatiza tanto el juicio de Dios como su disposición a perdonar a los pecadores arrepentidos. La omnipotencia es otro atributo clave, que destaca el poder supremo de Dios y su autoridad sobre toda la creación. Juntos, estos atributos presentan una imagen dinámica y polifacética de Dios en el pensamiento judío.
Perspectiva judía medieval
Estos puntos de vista tradicionales sobre la naturaleza de Dios son cuestionados en ocasiones por grandes pensadores. Uno de ellos fue Moisés Maimónides (1138-1204), uno de los filósofos judíos más influyentes. Defendió una forma de teología negativa (teología apofática) en la que se describe a Dios por lo que no es, en lugar de por sus atributos positivos.
En su obra seminal "La naturaleza de Dios", Maimónides se refirió a la naturaleza de Dios como "la naturaleza de Dios".
En su obra fundamental, "La Guía de los Perplejos," Maimónides sostiene que el lenguaje y los conceptos humanos son inadecuados para describir plenamente la esencia de Dios. En su lugar, sólo podemos entender a Dios a través de negaciones, como decir que Dios no es corpóreo o no está sujeto al tiempo. Este enfoque pretende preservar la trascendencia y la incomprensibilidad de Dios, al tiempo que evita las representaciones antropomórficas.
El pensamiento cabalístico, que también surgió en este periodo, ofrece una comprensión más esotérica y mística de Dios. En el centro de la Cábala está el concepto de Ein Sof (el Infinito), que representa el aspecto incognoscible e ilimitado de Dios. Del Ein Sof emanan las Sefirot, diez atributos o emanaciones a través de los cuales Dios interactúa con el mundo.
Estas emanaciones incluyen aspectos de la vida, la muerte y la muerte.
Estos incluyen aspectos como la sabiduría (Chokhmah), la comprensión (Binah) y la bondad (Chesed). Las Sefirot se representan a menudo en un diagrama arborescente (el Árbol de la Vida), que ilustra la naturaleza dinámica e interconectada de la presencia de Dios en la creación.
La Ilustración, o Haskalah, aportó cambios significativos al pensamiento judío, fomentando un enfoque más racional y crítico de la teología. Pensadores de la Ilustración como Moses Mendelssohn abogaron por la armonización de la tradición judía con la filosofía y la ciencia modernas. En este período se produjo un cambio hacia una comprensión más ética y menos mística de Dios, que hacía hincapié en la razón, la moral y las enseñanzas éticas de la Torá.
Algunos teólogos modernos han adoptado una visión más racional y crítica de la teología.
Algunos teólogos modernos, como Abraham Joshua Heschel, hacen hincapié en los aspectos relacionales y experienciales de Dios, centrándose en el encuentro divino-humano y en el sentido de asombro y admiración de la vida religiosa. Otros, como Mordecai Kaplan, fundador del judaísmo reconstruccionista, ven a Dios más como un proceso o un poder dentro del mundo natural que como un ser sobrenatural.
El judaísmo reconstrucionista, por el contrario, considera a Dios como un proceso o un poder dentro del mundo natural, más que como un ser sobrenatural.
Perspectivas cristianas sobre Dios desde los primeros padres de la Iglesia hasta nuestros días
Fuente: Foto de Paul Zoetemeijer en Unsplash
El principal elemento que definía la naturaleza de Dios en el cristianismo primitivo era la doctrina de la Trinidad, que define a Dios como tres personas (Padre, Hijo y Espíritu Santo). La Iglesia primitiva también se enzarzó en debates cristológicos sobre la naturaleza de Jesucristo y su relación con Dios Padre. Estos debates dieron lugar a varios concilios ecuménicos, cuyo objetivo era aclarar y unificar la doctrina cristiana. En aquella época, la naturaleza de Jesús, si era plenamente divino o plenamente humano, eclipsaba la mayoría de las discusiones centradas en la naturaleza de Dios.
En la Edad Media, el cristianismo se vio envuelto en una serie de debates cristológicos sobre la naturaleza de Jesucristo y su relación con Dios Padre.
En la Edad Media, eso cambió. El escolasticismo fue un movimiento intelectual dominante en la teología cristiana medieval que buscaba reconciliar la fe con la razón. Tomás de Aquino, en su Suma Teológica, utilizó la filosofía aristotélica para argumentar que Dios es el "impasible motor" y la "primera causa," que sustenta toda la existencia. Aquino describió a Dios como omnipotente, omnisciente y perfectamente bueno. Sus Cinco Vías proporcionaron argumentos lógicos para la existencia de Dios, demostrando que la razón natural podía conducir al conocimiento de la naturaleza de Dios.
Al otro lado del conocimiento empírico y la razón, los místicos del periodo medieval hacían hincapié en el conocimiento directo y experimental de Dios, a menudo a través de la contemplación y la oración. Agustín de Hipona, uno de los primeros místicos cristianos, escribió extensamente sobre sus experiencias espirituales y la naturaleza de Dios en obras como Confesiones y La Ciudad de Dios. Describió a Dios como la fuente última de la verdad y el amor. Enfatizó la relación íntima y personal que se puede tener con Dios, que es a la vez trascendente e inmanente.
En los tiempos modernos, sin embargo, la teología liberal, influida por el pensamiento de la Ilustración, busca reinterpretar las doctrinas tradicionales a la luz del conocimiento y las sensibilidades modernas. Friedrich Schleiermacher, conocido como el padre de la teología liberal moderna, hizo hincapié en el sentimiento de dependencia absoluta de Dios como esencia de la experiencia religiosa. Consideraba a Dios como el fundamento de todos los seres y la conciencia.
Conclusión
Aunque cada uno de nosotros puede reflexionar sobre la naturaleza de Dios y su propia relación con Él, no existe una respuesta clara a la pregunta que ocupa el centro de este artículo. La exploración de la pregunta "¿Quién es Dios?" en los contextos del judaísmo y el cristianismo revela profundos puntos en común y diferencias significativas.
Los textos bíblicos, especialmente la Biblia hebrea y el Antiguo Testamento, constituyen la base de la reflexión teológica en ambas religiones, proporcionando una herencia compartida y un fundamento para el diálogo permanente. El Nuevo Testamento introduce nuevas dimensiones en la comprensión cristiana de Dios, especialmente a través de la vida y las enseñanzas de Jesús. A medida que ambas tradiciones continúan reflexionando sobre su comprensión de Dios, nos ofrecen ricos recursos para abordar nuestra interpretación de esta verdad.
PREGUNTAS FRECUENTES
¿Quién es Dios?
Dios es el ser supremo y la realidad última en muchas tradiciones religiosas, como el judaísmo y el cristianismo. En estas religiones, Dios es considerado el creador y sustentador del universo, y posee atributos como la omnipotencia, la omnisciencia, la omnipresencia y la bondad perfecta.
Dios es el ser supremo y la realidad última en muchas tradiciones religiosas, como el judaísmo y el cristianismo.
¿Qué edad tiene Dios?
Tanto en las creencias judaicas como en las cristianas, Dios es eterno y existe fuera del tiempo. Dios no tiene principio ni fin, trascendiendo el concepto de edad tal y como se entiende en términos humanos. La naturaleza eterna de Dios es un atributo fundamental, que significa que Dios siempre fue y siempre será.
¿Cuáles son los atributos de Dios?
Los atributos de Dios, descritos en la Biblia, el judaísmo y el cristianismo, incluyen la omnipotencia, la omnisciencia, la omnipresencia, la santidad, la justicia, la misericordia, el amor y la inmutabilidad.
¿De-dónde vino Dios?
Según las creencias judías y cristianas, Dios no vino de ninguna parte porque es autoexistente y eterno. Dios es la causa incausada, lo que significa que no fue creado por nada y que siempre ha existido. Este concepto subraya la naturaleza única de Dios como fundamentalmente diferente de los seres creados y del universo.
¿Quién es Jehová?
"Jehová" es una forma latinizada del tetragrámaton "YHWH" (Yahvé), el nombre personal de Dios revelado a Moisés en el Antiguo Testamento. Si bien no hay pruebas reales de que el Tetragrámaton se pronuncie como "Jehová", se dice que cuando uno conoce el nombre de Dios y lo pronuncia, Dios se hará presente plenamente.
¿Quién es Dios en la Biblia?
En la Biblia, Dios es representado como el creador omnipotente y sustentador de todas las cosas. En el Antiguo Testamento, Dios se revela a través de diversos nombres y acciones, estableciendo pactos con figuras como Abraham, Moisés y David. Se le describe como santo, justo, misericordioso y amoroso.
En el Nuevo Testamento, Dios se revela además como la Trinidad: el Padre, el Hijo (Jesucristo) y el Espíritu Santo. Jesucristo es visto como la encarnación de Dios, trayendo la salvación a la humanidad a través de su vida, muerte y resurrección.